- Conmovedor reportaje de AP sobre la
situación de niños centroamericanos
- La historia de la nicaragüense Tania
Meza y su esposo que dejaron a sus hijos María y Jolleth
Por
Vanessa A. Álvarez Y Claudia Torrens
Huntington Station, Nueva York, .EE.UU.- En
un ventoso día de verano, Kevin Torres, de siete años, jugaba al fútbol con sus
vecinos frente a su casa de dos pisos en un suburbio de Nueva York mientras su
madre lo vigilaba.
Era una imagen típica de la vida suburbana,
pero algo especial para Briseida Flores, quien estuvo separada de su hijo casi
toda la vida del pequeño, hasta que lo hizo llevar, en mayo desde el
departamento de San Miguel, en El Salvador, a México y luego cruzar el río
Bravo en las espaldas de un coyote.
"Decidí traerlo porque me hacía mucha
falta", dijo Flores, quien tiene residencia legal en Estados Unidos. La
mujer ahorró 2.800 dólares limpiando casas y trabajando en una fábrica de
bolsos en Huntington e hizo arreglos para que un primo distante llevase al niño
a México y se lo entregase al coyote.
"Le pedía a Dios todos los días, le
decía 'mi hijo está en tus manos''', comentó Flores.
Kevin, no obstante, podría ser enviado de
vuelta El Salvador. Es uno de aproximadamente 57.000 menores que ingresaron
ilegalmente a Estados Unidos sin sus padres desde octubre del año pasado,
procedentes de América Central. De ellos, 4.244 terminaron radicados en Nueva
York, el estado que más niños migrantes ha recibido después de Texas. Su
destino queda en manos del Tribunal de Inmigración de la ciudad de Nueva York,
que en la actualidad enfrenta una enorme acumulación de casos, al punto que
hasta las autoridades municipales han pedido a abogados que donen su tiempo
para ayudar a los menores a navegar el proceso judicial.
Kevin vive en una vieja y descuidada casa
estilo colonial de dos pisos, con cuatro pequeños departamentos alquilados
todos por familias de inmigrantes de distintos países centroamericanos. Allí
también viven otros tres menores que llegaron en circunstancias parecidas:
Yennifer Licona, hondureña de 13 años, y las hermanitas nicaragüenses Maria, de
nueve, y Jolleth, de ocho. Todas cruzaron la frontera ilegalmente el año pasado
para reunirse con sus familias.
"Tuvimos que enviar por nuestros hijos porque
estaban sufriendo allí", sostuvo la madre de Yennifer, Paola Flores, de 35
años, quien cruzó la frontera ilegalmente en el 2004 y fue arrestada, pero no
se presentó a una citación judicial para evitar ser deportada. "Hay muchos
problemas con las pandillas y la delincuencia en San Pedro", agregó,
aludiendo a San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande de Honduras, que está
desbordada por las pandillas.
No es inusual que los centroamericanos dejen
a sus hijos pequeños en sus países y vengan a trabajar a Estados Unidos.
Generalmente llegan a sitios donde tienen familiares y destinan buena parte del
dinero que ganan a la manutención de sus hijos y sus padres envejecientes.
Según los últimos datos del censo, el estado de Nueva York cuenta con casi
532.000 inmigrantes nacidos en Centroamérica.
El caso
de las nicaragüenses
Cuando Tania Meza y su esposo dejaron a María
y a Jolleth en Nicaragua hace siete años, ella cruzó la frontera con una Biblia
en la que tenía las fotos de sus hijos. Dijo que las niñas sufrieron mucho
cuando su abuelita se enfermó y ya no pudo cuidarlas.
Le tomó seis meses ahorrar los 11.000 dólares
que necesitaba para pagarle a los coyotes. Los ahorró a escondidas, porque su
esposo no quería que las niñas hiciesen un cruce tan peligroso. Pero finalmente
la familia se reunió en junio del 2013.
El cruce de la frontera, no obstante, es
apenas el principio de un proceso lleno de obstáculos. Según el Departamento de
Salud y Servicios Humanos, 54.677 menores detenidos en la frontera fueron
entregados a familiares o patrocinadores que se hacen responsables de ellos
desde comienzos del año. Por ley, los niños detenidos tras cruzar la frontera
solos deben presentarse a una vista judicial en un plazo de 21 días luego de
ser identificados por las autoridades.
"No sé cómo terminará esto. Ya fuimos a
tres vistas y siguen prolongando las cosas", dijo Meza en español.
"Sería complicado volver a Nicaragua. No podríamos sobrevivir allí".
Meza y Paola Flores afirmaron que si sus
hijas son deportadas, ellas también se vuelven a sus países.
Neena Dutta, abogada de inmigración y
presidenta de la oficina de Nueva York de la Asociación Nacional de Abogados de
Inmigración, dijo que, dado que los menores que cruzan la frontera ilegalmente
casi siempre le huyen a la violencia y la delincuencia, la mayoría pueden
recibir ayuda e incluso quedarse.
"Están desesperados por sus vidas. Nadie
atraviesa el desierto caminando simplemente porque quieren ir a un sitio
nuevo", afirmó.
La próxima vista judicial de Yennifer es en
noviembre. Las hermanitas Ruiz deben presentarse a una en diciembre.
"Confío plenamente en Dios", dijo
Meza. "Si quiere que nos quedemos, nos quedamos. Si quiere que nos
vayamos, nos iremos".


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