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| Un rebelde prorruso se
prepara para tomar por asalto posiciones del ejército ucraniano (AP |
La amenaza rusa vuelve a pesar sobre ellos. Las ansias expansionistas de Putin, bien
refrendadas con la anexión unilateral de la península de Crimea y con los
enfrentamientos en el este de Ucrania, preocupan y mucho al mundo entero, pero
especialmente a un pequeño país de poco más de un
millón de habitantes que
ya sabe del poderío de Rusia y que teme que la historia se repita una vez más. Hablamos
de Estonia.
Esta República báltica, que fue controlada
durante 50 años por
las autoridades de Moscú, tiene ciertas similitudes con Ucrania, lo que le
puede convertir en un objetivo claro de los rusos una vez que acabe el
conflicto que enfrenta a estos dos países. También tiene frontera común con el gigante del este y hay un grupo depoblación de habla rusa que de buenas a primeras puede ponerse
del lado de Putin y crear otro enfrentamiento similar al del vecino ucraniano.
Es tanta
la preocupación de los estonios y de la comunidad internacional ante esta
eventual situación que el propio Obama ha decidido hacer una parada en
el país para tranquilizarles y
asegurarles que sus aliados van a seguir con ellos. El presidente
estadounidense viaja a la cumbre de la OTAN en Gales, pero el
día antes lo está pasando en Estonia, en un buen ejemplo de la importancia
que le da el mandatario en este complejo juego de ajedrez, en el que las
alianzas y los acuerdos son decisivos ante un eventual ataque.
A priori
puede parecer que el país estonio, a diferencia de Ucrania, está bien escudado. Forma parte tanto de la Unión
Europea como de la OTAN y
cualquier ataque contra sus fronteras, debería recibir de inmediato la
respuesta de la Alianza Atlántica.
Sin
embargo, el mayor temor de los estonios pasa porque la mayor parte de los países
europeos tienen acuerdos comerciales muy importantes con Rusia –especialmente Francia y Alemania- y
resulta complicado que renuncien a ellos o quieran un enfrentamiento más
profundo y a más largo plazo.
En definitiva Estonia se siente como un
pequeño pez rodeado en un mar de tiburones, con poca capacidad de decisión, con
poca capacidad de respuesta ante determinadas complicaciones y con la incertidumbre de si podría ser
sacrificada para contentar al invasor ruso.
“Mientras
que la llegada de Obama ayude a que Putin se mantenga lejos, todo está bien.
Pero nos sentimos atrapados en el medio de
ciertos acontecimientos, incapaces de hacer nada”, comentaba un
pequeño comerciante a The Guardian, haciendo patente el sentimiento general del
pueblo estonio.
Y es que
estos países del este, con un pasado soviético, pero con un presente europeo,
tienen la sensación de que simplemente actúan como un cortafuegos que separa
a la Europa tradicional de Rusia.
Por eso,
la presencia de Obama en Estonia es un espaldarazo muy importante para sus
habitantes, cada día más preocupados por unos deseos expansionistas de Putin que
parecen no tener fin.
Fuente: The Guardian

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