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Crecimiento
regional en 1,2 por ciento este año, repuntando a 2,2 por ciento en 2015
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Promedio para
toda la región subestima el crecimiento en muchos países más pequeños
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Empleo y
educación de calidad para todos, clave para mantener las conquistas sociales
WASHINGTON.- Durante la reciente bonanza de materias
primas, la región de América Latina y el Caribe demostró que el crecimiento
podría favorecer a los pobres y estimular un enorme progreso social. Ahora, con
la desaceleración en esta y otras regiones, es fundamental tener en cuenta lo
que va a impulsar el crecimiento asegurando que los pobres no queden atrás.
En su último informe semestral, Desigualdad en una América Latina con
menor crecimiento, la Oficina del Economista Jefe para América Latina y el
Caribe del Banco Mundial pronostica una tasa de 1,2 por ciento promedio de
crecimiento para el 2014 con un repunte de 2.2 por ciento en 2015. Pero esta
desaceleración viene con una diferencia.
"En términos de equidad, el simple hecho de que América Latina
hoy no es la América Latina de los años 80 o 90, ya es una buena noticia", dijo Augusto de la
Torre, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. "Por primera vez en la
historia reciente, la región ya no está siguiendo un ciclo de bonanzas y crisis
del tipo que acostumbraba a generar un retroceso económico de muchos años,
perjudicando especialmente a los pobres".
El informe, publicado antes de las
reuniones anuales del Grupo del Banco Mundial y el FMI, descubre una gran
heterogeneidad dentro de la región. Panamá es líder con un impresionante
crecimiento de 6,6 por ciento para este año y se espera que Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana,
Nicaragua, Paraguay, República Dominicana y Surinam crezcan más de un 4 por
ciento, muy por encima del promedio regional. Mientras tanto las grandes
economías como Venezuela y Argentina van a terreno negativo, con -2,9 y -1,5
por ciento, respectivamente, y el gigante regional, Brasil, se espera crezca
sólo un 0,5 por ciento.
Con este nivel de crecimiento, los países podrían tener dificultades
para mantener las conquistas sociales de la última década. Durante esos años de
oro, la región logró reducir la pobreza extrema a la mitad a el 12 por ciento
en 2012, y duplicar las filas de la clase media a un 34 por ciento de la
población en 2012. Ese año, el índice de Gini de desigualdad de los ingresos
fue siete puntos más bajo que en 2003, debido en gran parte a una reducción de
la brecha salarial en la región.
Ahora en un entorno de crecimiento más
estable, si bien más lento, es comprensible que los gobiernos de la región
quieran concentrarse en mantener los niveles de empleo que contribuyeron a esas
ganancias y así satisfacer con las expectativas elevadas durante la bonanza.
Algunos países de la región tendrán a su disposición el tipo de herramientas -
como la política monetaria contra cíclica con tipos de cambio flexibles, así
como un amplio espacio para endeudarse - que le ayudarán a mantener puestos de
trabajo sin comprometer la prioridad a largo plazo de aumentar la productividad
necesaria para crecer más.
"Otros países, sin embargo, con altos niveles de endeudamiento o
con presiones inflacionarias a pesar de la desaceleración, pueden tener más
dificultades para responder", dijo de la Torre. "La tentación para estos países será
tomar el camino de menor resistencia, manteniendo el consumo agregado y el
gasto público alto y endeudarse para financiar los déficit fiscales y externos
generados. Este camino podría ser alentado por los mercados internacionales de
alta liquidez que buscan mayores rendimientos. Las ganancias a corto plazo, sin
embargo, podrían llevar a un alto costo: un crecimiento a largo plazo más bajo
debido a un balanza de pagos más vulnerable o un tipo de cambio real no competitivo".
Para mantener la senda de crecimiento pro-pobre de la última década,
las reformas orientadas a la productividad deben complementarse con políticas
que incrementen la calidad y cobertura de la educación en consonancia con la
creciente demanda de mano de obra calificada. Así, el informe concluye que los
avances en la calidad de la educación primaria, secundaria y terciaria que
beneficien a todos los latinoamericanos serán cruciales para asegurar que los
dividendos de las ganancias de productividad se distribuyan equitativamente
para que la prosperidad sea verdaderamente compartida.

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